[VERSIÓN EN ITALIANO MÁS ABAJO]
[Mater] Elena, nos encantaría comenzar con una breve descripción tuya o una imagen, una imagen que te represente y por qué …
[ES] Me gusta imaginarme como parte de las Amazonas. Son figuras históricas y fascinantes modelos de vida. Últimamente, se han publicado varios libros sobre ellos, y el de Andrienne Mayer, The Amazons. Lives and Legends of Warrior Women across the Ancient World. En este momento mi vida es muy “activista”.
[Mater] “Nacimos para bailar y cantar” es una frase que usas a menudo: ¿qué nos une –actualmente- como mujeres, hijas, madres, amantes … a la música y el movimiento
[ES] Utilizo esta frase para recordarme a mí misma y a mis amigos (y amigas) que el objetivo final de nuestra vida no es trabajar, sino cantar y bailar. Esto nos hace humanos. Cuando las mujeres dejan de cantar, el silencio es ensordecedor y pone en peligro la supervivencia de la humanidad. En la sociedad industrial contemporánea no hay tiempo ni espacio para cantar y bailar. Ni siquiera hay tiempo para hacer el amor. Hacer el amor significa hablar sobre cosas bellas con alguien amable, dedicarse atención, cuidar de si mismo, holgazanear, hacer broma en todos los sentidos, y luego, eventualmente – pero no necesariamente – llegar a tener sexo. La canción y el baile siempre han acompañado al género humano. Hoy en día, estas actividades humanas principales han sido relegadas a “diversión”, a “terapia”, a arte con una “A” mayúscula o a la escuela, en resumen, enjauladas. Hoy, son tiempos tristes… Por esta llevo a cabo seminarios de “Nacimiento de Canto” (www.singingbirth.com), donde recuerdo a las mujeres su voz, para poder usarla en el parto y la maternidad, sino también para expresar su plena potencia y reaprender la sororidad.
[Mater] Uno de nuestros principales intereses -como investigadoras, activistas y madres- es narrar la “conciliación”, o mejor, el encuentro y el desencuentro entre nuestra vida, nuestras pasiones, intereses, con el trabajo y con la presencia y el acompañamiento de nuestras criaturas, nuestras amigas, compañerxs, padres …
[ES] Hoy estamos viviendo una revolución. Las mujeres y las madres dicen: ¡Basta callar! Por supuesto, cuando pienso en la revolución, no creo que Che Guevara haya tenido el problema de cocinar el almuerzo y la cena, llevar a los niños a la escuela, colgar su ropa o preocuparse de que todos en casa estén contentos. La nuestra es una revolución de Smartphone, con el teléfono pegado en la oreja revolvemos la sopa y organizamos la reunión en el Ministerio de Salud, después de pasar la mañana en el Parlamento y en la noche compilamos el mapa Google de la proyección nacional contemporánea de un documental de investigación sobre la recolección de la sangre neonatal llamado “Cordonal”, mientras los niños están dormidos. No tenemos tiempo o energía (tampoco la edad) de bajar a las calles medio desnudas realizando una cacerolada en señal de protesta, o cargadas con sanpietrini, enmascaradas, y tirarlos a las instituciones ciegas y sordas a nuestras demostración de protesta educada. Después, los familiares que te miran como si estuvieras loca y no entienden por qué cuidas de todas las otras mujeres y no solo a ellas. Como si la familia nuclear fuera suficiente para una madre. Es una entrada al manicomio. No hay “conciliación”, somos nosotras que tratamos de restringirnos y complacer a todos, a costa nuestra. Hay compañeros que comprenden y se adaptan, otros que hacen la vida imposible, intentan evitar que “hagas lo correcto”.
[Mater] Estamos luchando conjuntamente y a nivel internacionalmente contra la violencia obstétrica: ¿cómo va en Italia? ¿Cuáles son las principales resistencias que encontráis?
[ES] Hace tres años conocí a Ibone Olza. Hablamos durante 20 minutos y allí me explicó por qué usar el término “violencia obstétrica” es algo bueno y justo. Debido a que tuvo un fuerte impacto, disruptivo, fue un término que cambió el paradigma de la asistencia al parto. Fue una bomba. En Italia nos sentimos frustradas por intervenciones fugaces de “humanización” del nacimiento que duraron 40 años. Ni siquiera las “violaciones de los derechos humanos en la maternidad y el nacimiento” no produjeron ningún efecto. Como lo llamabas era indiferente, la asistencia seguía siendo la misma, a menudo abusiva. Estábamos hartas de escuchar todas esas historias de nacimientos traumáticos, para las madres y para nosotras que las escuchamos, porque la violencia narrada es violenta dos veces.
En 2016, en coordinación con la red internacional, organizamos la campaña social #bastatacere: las madres tienen voz. En 15 días recopilamos miles de testimonios de abusos y malos tratos en el parto y la página de Facebook, creada para la ocasión, ahora ha alcanzado los 21,000 “me gusta”. Hemos tenido más de 70 artículos espontáneos en periódicos e Internet, y el interés ha crecido. Dimos dignidad de expresión al término “violencia obstétrica”. También porque lo hemos incluido en una propuesta de ley. Eso fue realmente perturbador y levantó un alboroto en todos los proveedores de servicios. Si antes los usuarios eran completamente ignorados, con la entrada de “violencia obstétrica” en el discurso público, todos se pusieron de pie. Pero no fue suficiente para estimular el interés institucional.
En el Ministerio de Salud nos pidieron datos estadísticos autorizados, acreditados, científicos, no quisieron saber nada sobre nuestras consultas de “aficionadas”. Así que, las madres como Observatorio de la Violencia de la violencia Obstétrica Italia, junto con las asociaciones de La Goccia Magica y CiaoLapo, hemos encargado y financiado una encuesta demoscópica a la oficina de estadística de mayor autoridad en el país, la Doxa. Resulta que el 21% de las mujeres en Italia es consciente de que ha sufrido la violencia obstétrica, el 41% se sintió ofendida en su dignidad y su integridad física y psicológica, un tercio no se sentía partícipe de las decisiones tomadas sobre el neonato, el 61% de todas las mujeres que se han sometido a una episiotomía (el 54% del total) no han dado su consentimiento. Finalmente, el 6% de las mujeres dijeron que no querían tener más hijos debido a la asistencia que recibieron en el primer parto, lo que se traduce en 20,000 nacimientos cada año. La investigación se difundió a través de la prensa que llegó a 24 millones de personas a nivel nacional.
La asociación de ginecología hospitalaria, indignada, nos amenazó con procedimientos legales y nos advirtió que no mencionáramos la asistencia para el parto en Italia y que retirásemos todo lo que nosotras y todas las demás mujeres hemos dicho al respecto. La situación no es tranquila y vivimos bajo una amenaza continua. Pero el discurso sobre la violencia obstétrica está fuera, las mujeres y lxs usuarixs han oído, se hacen tesis universitarias, se han escrito libros, todo el mundo habla de ello y difícilmente será capaz de detenerse, ya que se está extendiendo al mundo.
Podéis saber más de Elena Skoko en: https://www.singingbirth.com
Traducción: Serena Brigidi
Italiano:
[Mater] Elena: ci piacerebbe tanto iniziare con una breve descrizione tua o un’immagine, una fotografia che ti rappresenta e perché…
Mi piace immaginarmi come parte delle Amazzoni. Sono figure storiche e modelli di vita affascinati. Ultimamente sono usciti diversi libri sul loro conto, molto bello quello di Andrienne Mayer, The Amazons. Lives and Legends of Warrior Women across the Ancient World. In questo momento la mia vita è molto “attivistica”.
[Mater] “Siamo nate per ballare e cantare” è una frase che usi sovente: che cosa significa per te il ritmo? Che cosa ci lega -oggi- come donne, figli, madri, amanti…alla musica e al movimento.
[ES] Uso questa frase per ricordare a me stessa e alle mie amiche (e amici) che lo scopo ultimo della nostra vita non è lavorare, ma cantare e ballare. Questo ci rende umani. Quando le donne smettono di cantare, il silenzio è assordante e mette in pericolo la sopravvivenza del genere umano. Nella società industriale contemporanea non c’è né tempo né spazio per cantare e ballare. Non c’è nemmeno tempo per fare all’amore. Fare all’amore significa parlare di cose belle con qualcuno gentile, dedicarsi attenzioni, prendersi cura di sé, oziare, stuzzicare tutti i sensi, e poi, eventualmente – ma non necessariamente – arrivare a fare sesso. Il canto e il ballo hanno da sempre accompagnato il genere umano. Oggi, queste attività umane principali, sono state relegate al “divertimento”, alla “terapia”, all’Arte con la “A” maiuscola, o alla Scuola – insomma, ingabbiate. Sono tempi tristi oggi… Per questo conduco seminari di “Singing Birth” (www.singingbirth.com) dove faccio ricordare alle donne la loro voce, per poterla usare nel parto e nella maternità, ma anche per esprimere la loro piena potenza e per reimparare la sorellanza.
[Mater] Una dei nostri interessi principali -come ricercatrici, attiviste e madri- è raccontare la “conciliazione”, o meglio, l’incontro e lo scontro tra la nostra vita, le nostre passioni, gli interessi, con il lavoro e con la presenza e l’accompagnamento delle nostre creature, le nostre amiche, compagnx, genitori…
[ES] Oggi stiamo vivendo una rivoluzione. Le donne e le madri stanno dicendo: Basta tacere! Certo, quando penso alla rivoluzione non credo che Che Guevara avesse il problema di cucinare il pranzo e la cena, e di portare i bambini a scuola, stendere i panni oppure preoccuparsi che tutti in casa stiano contenti. La nostra è una rivoluzione dello smartphone, col telefono appiccicato all’orecchio mescoliamo il minestrone e organizziamo l’incontro al Ministero della Salute, dopo che abbiamo passato la mattinata al Parlamento e la sera compiliamo la mappa Google della proiezione in contemporanea nazionale di un documentario d’inchiesta sulla raccolta del sangue neonatale detto “cordonale”, mentre i bambini dormono. Non abbiamo tempo né energie (nemmeno l’età) di scendere in piazza mezze nude a battere le pentole in segno di protesta, oppure caricarsi di sanpietrini, mascherate, e tirarli alle istituzioni cieche e sorde alle nostre dimostrazioni di protesta educate. Poi, i familiari ti guardano come se fossi una pazza e non capiscono perché ti occupi di tutte le altre donne e non solo di loro. Come se la famiglia nucleare possa bastare ad una madre. È un biglietto per il manicomio. Non c’è “conciliazione”, siamo noi che cerchiamo di trattenerci e accontentare tutti, alle nostre spese. Ci sono compagni che capiscono e si adeguano, altri che ti rendono la vita un inferno, cercano di trattenerti dal “fare la cosa giusta”.
[Mater] Stiamo lottando insieme a livello internazionale contro la violenza ostetrica: come sta andando in Italia? Quali sono le principali resistenze che trovate?
[ES] Tre anni fa ho incontrato Ibone Olza. Ci siamo parlate per 20 minuti e lì mi ha spiegato perché usare il termine “violenza ostetrica” è cosa buona e giusta. Perché aveva un impatto forte, dirompente, era un termine che cambiava il paradigma dell’assistenza alla nascita. Era una bomba. In Italia eravamo frustrate di interventi vaghi di “umanizzazione” della nascita che duravano da 40 anni. Nemmeno “violazioni dei diritti umani nella maternità e nascita” non produceva nessun effetto. Come lo chiamavi era indifferente, l’assistenza rimaneva uguale, spesso abusante. Noi non ce la facevamo più a sentire tutte quelle storie di parto traumatiche, per le madri e per noi che le ascoltavamo, perché la violenza raccontata è violenta due volte.
Nel 2016, in coordinamento con la rete internazionale, abbiamo organizzato la campagna social #bastatacere: le madri hanno voce. In 15 giorni abbiamo raccolto migliaia di testimonianze di abusi e maltrattamenti nel parto e la pagina Facebook, creata per l’occasione, ha subito raggiunto 21.000 like. Abbiamo avuto oltre 70 articoli spontanei su giornali e internet, e l’interesse è cresciuto. Abbiamo dato alla “violenza ostetrica” dignità di discorso. Anche perché l’abbiamo inserito in una proposta di legge. Quello è stato davvero dirompente e ha alzato un polverone tra tutti i fornitori di assistenza. Se prima le utenti venivano completamente ignorate, con l’ingresso della “violenza ostetrica” nel discorso pubblico, tutti si sono alzati in piedi. Ma non bastava per stimolare l’interesse istituzionale.
Al Ministero della Salute ci hanno chiesto i dati autorevoli, accreditati, scientifici, statistici, non ne volevano sapere niente delle nostre inchieste “amatoriali”. Allora, le madri si sono messe le mani in tasca e, come Osservatorio sulla Violenza Ostetrica Italia, insieme alle associazioni La Goccia Magica e CiaoLapo, abbiamo commissionato e finanziato una ricerca demoscopica al più autorevole istituto statistico nel Paese, la Doxa. È uscito fuori che il 21% di donne in Italia è consapevole di aver subito la “violenza ostetrica”, il 41% si è sentito leso nella propria dignità e integrità psico-fisica, un terzo non si è sentito partecipe nelle decisioni prese durante il proprio parto, il 61% di tutte le donne che hanno subito l’episiotomia (54% del totale) non ha dato il proprio consenso. Infine, il 6% delle donne ha dichiarato che non voleva avere altri figli a causa dell’assistenza ricevuto al primo parto, questo si traduce il 20.000 nascite in meno ogni anno. La ricerca è stata diffusa per mezzo stampa che ha raggiunto 24 milioni di persone al livello nazionale.
L’associazione dei ginecologi ospedalieri, indignata, ci ha minacciato di procedure legali intimandoci di non parlare dell’assistenza al parto in Italia e di ritirare tutto quello che noi e tutte le altre donne hanno detto a riguardo. La situazione non è tranquilla e viviamo sotto minaccia continua. Ma il discorso sulla violenza ostetrica è fuori, le donne e utenti l’hanno sentito, si fanno tesi universitarie, si scrivono libri, tutti ne parlano e difficilmente lo potranno fermare, anche perché si sta diffondendo al livello mondiale.